HOLA !!!!

Este "blog" solo tiene por finalidad contar todo tipo de cosas que pueden aparecer en la memoria con el solo fin de entretener. Es como, cuando nos reunimos un grupo de amigos y damos rienda suelta al "te acordás?"

25 de octubre de 2008

HOY, La Colimba Parte 1




Mucho, y generalmente mal, se ha hablado del servicio militar obligatorio (SMO), eso creo es indiscutible. Y sin entrar a juzgar si estuvo bien o mal su eliminación, pues no es el objetivo de esta historia, no podemos negar quienes lo hemos cumplido, que el SMO siempre ha sido un semillero de anécdotas de todo tipo, recuerdos infaltables en las mesas de café, risas cómplices desde la mirada retrospectiva de las situaciones y un sinfín de comentarios y recuerdos que por sí solos serían suficientes para llenar un libro.
Hoy en esta columna, quiero contar algunas vivencias que me vienen a la memoria de aquella época.
Para mí el servicio militar fue un verdadero y auténtico regalo de cumpleaños, y no me lo van a poder negar. En el sorteo me tocó el Nº 229 que por aquel año y en función de la cantidad de ciudadanos en condiciones de incorporarse al SMO mereció la calificación original de número bajo (una de las pocas condiciones legales por la cual te puedes “salvar” de hacer la “colimba”(*) en mi País. Pero… resultó que la estimación inicial de soldaditos a incorporar quedó corta, pues en esa clase parece que había muchos que no podían ser incorporados por motivos de salud, únicos sostenes de madre viuda, falla del piné(**), etc. etc. Y así fue que las autoridades de las fuerzas armadas decidieron incorporar 10 números más (lo que implica un montón de soldados adicionales, pues como tenía correlación con los tres últimos números de la libreta de enrolamiento bajar diez números el límite del número bajo implicaba incorporar como 1000 soldados más aproximadamente). En origen, aquel año, el “número bajo” había sido establecido en el 239, al agregar 10 más, pasó a ser el 229 inclusive…justito mi número!!!. Pero además de esta bendita suerte, la citación para la incorporación, me llegó exactamente el día de mi cumpleaños!!! ¿Alguien me podría negar, que para mí el SMO, no fue un auténtico regalo de cumpleaños?
Recuerdo aquella mañana de Marzo, me despierto feliz de cumplir un año más, (a los veinte años, todos queremos cumplir años para ser más grandes, debía ser porque todas las pibas que nos gustaban eran invariablemente más grandes que nosotros) y me encuentro bajo la puerta aquel extraño sobre de papel madera con ventanita de celofán, y la inscripción en azul “Comando en Jefe de las Fuerzas Armadas” (todavía lo tengo), y dirigido al SC46 Carlos Luis Taylor. Al principio no me di cuenta de que se trataba, yo estaba absolutamente convencido de que había “zafado” de la colimba, y hasta que no abrí el sobre no caí en la cuenta de “la mala noticia” que me había llegado el día de mi cumpleaños.
La cosa es que al final, llegó el día indicado, me levanté a las 5 de la mañana, me despedí de mis padres, con un “hasta luego, no sé a qué hora vendré a comer…”, iluso de mi!!!, llegue al cuartel donde me tenía que presentar y allí me encontré con más de un centenar de desgraciados que estaban en la misma situación que yo! Al entrar unos cinco metros después de la puerta más o menos, ya nos hicieron formar una fila cuyo comienzo, no se podía ver, al menos desde donde yo estaba, y que después de recorrer unos cuantos metros a medida que avanzaba, pude observar que los de adelante se iban introduciendo en un galpón de chapa ondulada, de a uno y siguiendo las indicaciones que te daba un SC45, (soldado de la clase anterior que todavía no se había ido de baja). Cuando me tocó el turno de introducirme, pude observar que adentro del galpón había más soldados de la clase anterior, que parecía gozaban con lo que estaban haciendo, que no era otra cosa que entregarte el equipo y la ropa que te acompañaría durante los próximos 12 meses. Así el primero que te recibía adentro te entregaba una rasposa y destartalada maquinita de afeitar (que vaya uno a saber por cuantas caras habría pasado), una brocha a la que le faltaban la mitad de los pelos y una cajita con dos hojitas de afeitar (eso sí nuevas, pero para todo el año!!), todo con cargo a devolución al irte de baja (je je), y por si esta burla fuera poco, “de regalo” te daban un peine pequeño , que no tenías obligación de devolverlo, por supuestas razones de higiene. Unos dos metros más adelante, otro SC45, te entregaba, (y bajo constancia de firma, con exigente cargo de devolución en perfecto estado) el equipo de comida, que consistía en un jarro de acero inoxidable (con el escudo argentino grabado en bajo relieve) un plato plano, también de acero inoxidable y con el escudo, una caramañola de acero forrada con paño de lana, un cuchillo totalmente sin filo, un tenedor y una cuchara sopera.-
Más adelante, otros dos soldados te entregaban los respectivos uniformes, previa una rápida relojeada, para calcularte el talle (así te quedaban después las pilchas, ja!). Los uniformes eran tres a saber: 1) el uniforme de fajina compuesto por una “bombacha” color marrón y dos chaquetas, una blanca de algodón grueso (para el verano) y otra de tela más gruesa color marrón terroso (para el invierno), un par de zapatillas blancas (de la peor calidad que puedan imaginarse), dos pares de medias, dos calzoncillos, una camiseta tipo musculosa de algodón, y dos camisas color caqui claro, mas una gorra color marrón. 2) el uniforme de combate (que era una copia fiel del uniforme de guerra del ejército norteamericano de aquella época) y que consistía en una camisa de mangas largas color caqui más oscura, una bombacha de sarga muy fuerte, color verde oliva y una chaqueta ¾, también muy resistente con elásticos ajustadores, una gorra con visera también de color verde y finalmente el casco de acero también de color verde y con malla para camuflaje. (bastante pesadito). 3) el uniforme de salida o “de calle”, que consistía en un pantalón de sarga más liviana color caqui claro, dos camisas con charreteras color caqui claro, una chaqueta color verde oscuro, con botones de chapa dorados (labrados con el escudo argentino) y el birrete también de sarga color verde, con la escarapela argentina en chapa, colocada en la parte de adelante. Estos tres uniformes se completaban, con un par de borceguíes, color negro, ultra pesados y con doble fila de cordones.
Un par de metros más adelante otro soldadito, te entregaba los “accesorios”, que consistían en una plaquita de plástico negra, con tu nombre y apellido, una corbata de sarga color caqui, una insignia metálica para abrochar en el cuello de la chaqueta del uniforme de salida, que representaba el “logo” de la fuerza en que estabas incorporado y un documento oficial, con tu nombre, nombre del regimiento al que estas incorporado y número de tu M.I. (Matrícula Individual) y la constancia de que estás bajo bandera, pues tu documento habitual te es retirado al incorporarte y devuelto al otorgarte la baja (o sea al fin del servicio militar)- Finalmente, antes de salir del galpón de chapa, un suboficial (aquí ya no se trata de un soldado) te entrega un cartoncito, con tu nombre y el número de identificación del arma que te ha sido asignada y que se coloca bajo tu responsabilidad (en cuanto a cuidados, preservación, limpieza, etc.) durante todo el periodo que dure el servicio militar. En aquella época y en el regimiento que me tocó prestar servicios (Batallón de Intendencia), el arma asignada fue un fusil Mauser, modelo 1907. (magnifico armamento, pero muy pesado, 7,5 Kg, que se sentían sobre todo a la hora de desfilar o de hacer la guardia) dotado de un accesorio denominado “bayoneta” de aproximadamente unos 60 cms de largo, con hoja de acero acanalada y gruesa, que le otorgaban al fusil cuando estaba calada (insertada en la punta) un largo total de 1,57 mts y un peso completo de unos 9,2 Kgs.
Bueno, hasta aquí la descripción, de las provisiones con cargo, que te entregan desde el primer día de incorporado, ahora veamos como continuó esa primerísima experiencia. A medida que nos aproximamos a la puerta de salida y con toda la ropa entre los brazos, recibíamos más indicaciones. Próximo paso, giren a su derecha “tagarnas” (vociferaba un suboficial) y nos iba introduciendo de a uno en una salita donde había otros dos suboficiales con guardapolvo blanco. Eran los peluqueros (“manos Brujas” en la jerga de la colimba), que de a pie, y sin parar, uno por la izquierda y otro por la derecha iban rapando con máquina esquiladora eléctrica, al soldadito que tenía que pasar entre medio de los dos.
Luego del rapado, enfilabas directamente a una puerta que daba a la calle, donde estaban estacionados de culata y pegaditos a la puerta dos camiones Mercedes Benz listos para partir, vaya a saber a dónde!
Lo cierto es que unos metros antes de esa puerta de salida había otro suboficial, que te miraba fijamente y lo único que te decía era: “el de la izquierda!!!” o “el de la derecha!!!”
A esta altura del partido ya estaba echada la suerte… A mí me tocó el de la Izquierda y fui a parar a Campo de Mayo (localidad cercana a unos 45 minutos de la Capital Federal), y a donde nos llevaron para realizar el periodo de instrucción que días después nos enteramos que duraría unos 30 días aproximadamente- A los pocos días nos enteramos que el camión de la derecha había partido con los mismos propósitos (llevar reclutas para la instrucción inicial) pero con destino a Covunco (localidad de la provincia de Rio negro y a unos 1500 Kms. de la capital). De cualquier forma ninguno de los que componíamos el “cargamento” de los dos camiones volvimos ese día para comer en nuestras casas!. J
Siempre me quedó el consuelo de que mi “regalito” de cumpleaños, había sido un viajecito más corto que el de algunos de mis compañeros de desgracia.-


(*) Término de uso generalizado en Argentina para designar al SMO o a los soldados y se forma con las primeras letras de “corre, limpia y barre” que son las tareas que indefectiblemente debe cumplir un soldado.
(**) Relación Peso/altura que establecía una determinada complexión del cuerpo por la cual se establecía si una persona era “normal” o no. (Muy bajo, o demasiado alto)