HOLA !!!!

Este "blog" solo tiene por finalidad contar todo tipo de cosas que pueden aparecer en la memoria con el solo fin de entretener. Es como, cuando nos reunimos un grupo de amigos y damos rienda suelta al "te acordás?"

29 de septiembre de 2008

Hoy, las ventanas de atrás del colectivo 60

Si hay algo realmente peligroso en un crío, es cuando se le ocurre dar rienda suelta a sus pensamientos y los verbaliza en cualquier momento y ante cualquier persona.
Los que somos padres, alguna vez hemos experimentado esta situación y podemos dar fe cierta de ella. Podrá haber sido más o menos grave, más o menos comprometida la situación, pero que a todos alguna vez nos sucedió, es innegable.
Lo que “Hoy” les voy a contar, me sucedió a mí, pero no con mis hijas, sino siendo yo el protagonista de la situación.
En efecto, verano de la temporada 1950/51, lugar: colonia de vacaciones para docentes de Chapadmalal (Costa Atlántica Argentina), Hotel Nº1.-
Mis padres habían decidido pasar unos 15 días de vacaciones en Enero y un día mientras almorzábamos en el comedor del hotel, se acerca a nuestra mesa una señora muy maquillada, (diría mejor muy pintarrajeada) sobre todo para la hora y el lugar de que se trataba. Besos en ambos cachetes a mi madre, (no era, ni es muy usual ese saludo doble en Argentina), presentación de mi padre y del “nene” que vendría a ser quien estas líneas escribe. Después del saludo de rigor, esta señora, que se llamaba Filomena y que luego me enteraría era nada más y nada menos que la Directora de la escuela donde trabajaba mi madre, quedó en pasar a visitarla a la tarde por la habitación para conversar un rato. Era usual en aquella época hacerse visitas de cortesía en la habitación sobre todo cuando alguna de las protagonistas del encuentro tenía algún purrete (chavalín dirían aquí) que no querían dejar solo en la habitación, tal es así que todo el mundo en su habitación tenía un equipo para hacer té o mate, para poder “agasajar” a las personas invitadas.-
Aquella tarde -puntualmente a las cinco- golpean la puerta de la habitación, y allí estaba Filomena, con su paquetito de masitas secas para acompañar el té. Mi madre, abre la puerta, mi padre (hombre precavido) había ya desaparecido a las cuatro de la tarde, y yo estaba jugando con unos autitos de plástico que me habían comprado para que me quedase tranquilo y me portara bien. (ja ja). Saludo mediante, mi madre y su jefa, toman posición en una pequeña mesita que había en la habitación, mientras yo seguía jugando con mis autitos, y haciendo todas las onomatopeyas posibles de ruidos de escape (brrrrr, brrrrr), puertas de auto que se cierran (trup, trap, trop), bocinas que suenan (pi, piiiiiii, baaaa, piiiii), etc.
Sin embargo, yo que estaba aparentemente ensimismado en mi juego, no perdía detalle de la reunión que a escasos dos metros mantenían mi madre y Filomena, que por supuesto no paraban de parlotear, nada más que para beber un sorbito de té o comer una masita.
En una de esas interrupciones, yo estaba mirando fijamente a Filomena, que me había impactado muchísimo por su abundante maquillaje, cachetes excesivamente rosados, labios muy rojos, y cejas muy negras y dibujadas. Y allí fue que tuve la fatal idea y para satisfacer mi curiosidad y comprobar si mis criterios de comparación eran acertados o no, dirigiéndome a mi madre, descerrajé la pregunta: “Mamá, las cejas de la señorita Filomena, no se parecen a las ventanas de atrás del colectivo 60?”
Bueno, mi madre pedía a Dios que se la trague la tierra, no sabía donde meterse; la “señorita Filomena” herida y sumamente ofendida por la crítica a sus cejas, que seguramente había tardado horas en delinearse se despidió rápidamente de mi madre (esta vez sin los consabidos besuqueos) y se fue; y yo, que por supuesto, no caía en comprender la “barbaridad” que había dicho, seguí jugando con mis autitos (brrrrrr, brrrrrr, pi, pi, baaaa, baaaa, trup, trap) como si nada hubiera pasado!!!.-